Fragmentos de Maizal del gregoriano, de Arnaldo Calveyra

Imagen del poeta en Mansilla, Entre Ríos, tomada de Arnaldo Calveyra. Tras sus huellas, documental que puede verse aquí.

El gregoriano

(…) y yo, entrerriano recién llegado a la abadía de Solesmes en busca de retiro y de silencio, me siento en un lugar apartado de la iglesia a oír el gregoriano que cunde a lo maizal de nave a nave. (…) Ondula el maizal del gregoriano, nace de unas cuchillas, de unas lomas en la Mesopotamia argentina, se diría la canción inventada por un tartamudo que, a fuerza de desearlo, terminara por echarla a rodar en el recinto de una pieza vacía, ya sin el menor asomo de tartamudeo. (pp 8-9)

¿Acaso no oyes el tartamudeo que vuelve al atril desvencijado de tu memoria? Una imagen corta campo. A tientas busca por el lado de la lucecita inseparable del canto, lucecita —inseparable— de gregoriano. (p. 15)

(…) Acosados por un cazador apostado en el patio (a menos que el frío sea el cazador), entran unos renos, buscan refugio bajo el altar. El frío parece dejarlo entreabierto a la hipotética madrugada —noche sin fin de los campos de alrededor—, no pareciera que fuera a cerrarse. Renos ateridos sudan de frío. Puerta dejada abierta, se sigue abriendo a más noche, a más renos que no terminan de seguir entrando. Se infiltran en el canto. Desde mi asiento en el fondo de la iglesia, entre los renos que buscan refugio veo entrar un ciervo malherido por la flecha del cazador. Unos hombres lo colocan en el piso de la iglesia, la baldosa empieza a teñirse de rojo.(p. 22)

Entre Ríos desde Solesmes

Bajo esa misma lluvia hombre callado. A quien mirar llover vuelve silencio. (p. 11)

Luz de lluvia en Entre Ríos, sueñan azul los cañaverales de junto al pozo. (…) Azul el caballo en la cerrazón. Un poquito más próximo el pasado, sueña azul, sueña con caballo de color azul. (p. 13)

¿Qué árboles podrán ser esos árboles, qué oscuridad esta oscuridad? Callados por campos de la Sarthe. Aquí nadie pregunta por nada ni por nadie, nuestro nombre no le dice nada a nadie, de los nombres que solíamos ser nadie se acuerda, nadie nos hace señas de habernos reconocido, el mundo parece cesar y seguir siendo el mundo. (p. 36)

La escritura

Empéñate en la forma. (…) Buscarla, esmerarte en la forma, darle el último toque, perfilarla, darle el toquecito último. Porque más allá de la forma no hay nada. (…) No duplicar el canto, no tratar de escribir dos veces la misma melopea, en ningún momento describir lo que cantan, gregoriano de los montes. No poetizar la voz, que las voces sigan emergiendo a medida que guardas el compás. No reescribir la partitura. Fluya el hilito nacido y criado en las lomas entrerrianas, napa brotando desde tantas partes como otrora la lluvia, su voz no cesa. No sumarte al canto con palabras —palabras no son el canto—, la partitura que oyes tendría que bastarte. Que no llueva sobre mojado. (pp 16-17)

La salvación de Salomé (1)

(…) y con los campos para siempre verdes llega Salomé, un monje más en la noche de Notker el tartamudo. —¡Salomé, abre las alas y ven conmigo! —¡No puedo porque está el diablo! —¡Abre las alas y ven con nosotros!… —dice la canción. (…) Salomé vestida de gregoriano como los monjes están vestidos de noche cerrada. De cuerpo entero, mujeres y hombres la miran. Quieta, aquietada en el lugar.
Apacigua la ley del árbol y lo que apacigua es árbol. Cada uno de sus pasos ahora es nota de melodía. Cada árbol apacigua sombra de árbol. Desdibujados todos, desdibujados todos. Pregunta por las hojas. A los monjes se dirige. Cada uno de sus pasos una nota en la
melodía. Terminada la zozobra, terminada la pesadilla, olvidada la danza asesina. (pp 92-93)

(1) La salvación de Salomé es una creación de Calveyra. No existe registro de esto en la Sagrada Escritura ni en la Tradición, al menos que yo sepa. Aunque la Salomé de Caravaggio y la bellísima Salomé de Tiziano no parezcan enorgullecerse por lo hecho. La idea de Calveyra es conmovedora, porque Salomé es salvada del Purgatorio, siglos después, por el canto gregoriano de unos benedictinos.

Calveyra, A. (2005). Maizal del gregoriano. Adriana Hidalgo Editora.