«Soliloquio en la VIII estación del Vía Crucis», de Fray Mario J. Petit de Murat O.P.

Grabado de J. A. Ballester Peña para la antología.

Mi dolor,
el mismo que ahora está en mí,
en aquella hora lo tuviste tú.
Este que me llena y algunas veces parece aplastarme
era una gota en el océano de tus padecimientos.
Está en mí como el fruto de una criatura deformada por el pecado;
en ti como una poderosa arma de conquista.
Tanto como aborrecía las consecuencias de mi pecado, tú las quisiste;
tanto como huía de ellas, tú las abrazaste.
En el pecado estaba yo y en el castigo, Dios.
Allí lo amaste con el amor de siempre.

Desde que tú padeciste con nuestro dolor,
no hay cosa más valiosa en los Cielos y en la Tierra,
después de Dios,
que nuestro dolor padecido contigo.

Pasión del Señor y de María: engéndrame.
Únicamente así dejaré el gremio de los crucificadores;
pasaré al de Nicodemo y José,
y desclavaré lo que clavé y ungiré lo que herí.
Únicamente así mi inteligencia tendrá luz
y mi amor, vida.
Mis dedos encenderán tu amanecer insólito en las cosas y mis pies,
leves estrellas de anunciación,
enternecerán las hierbas marchitas.
No terminen, te ruego, con esto, tus trabajos;
el lugar de la Verónica
―tú bien lo sabes―,
está vacío.
Y la gloria de tu rostro, Señor,
más velada que nunca.

Petit de Murat, M. J. (1967). «Soliloquio en la VIII estación del Vía Crucis». Aragón, R. R. La poesía religiosa argentina. Ediciones Culturales Argentinas. Subsecretaría de Cultura. Pp 121-122.

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